
De un realismo tan documental como emocionante, “El Luchador” supone el techo creativo de un Darren Aronofsky que abandona piruetas pasadas para centrarse en un drama de tintes clásicos y fondo universal; una crudísima obra maestra que ahonda en un convencional –y previsible- cuento de perdedores sin caer en la sensiblería ni en la redundancia. Al contrario. Situando la acción en un mundo, el del wrestling, tan fingido y coreografiado como extremo y agotador (física y emocionalmente), “El Luchador” desgarra sobre el espectador una intensa parábola sobre la soledad y el desamor: incluso cuando las hostias son de pega, éstas duelen de verdad. Rourke borda el papel de su vida aportado rasgos hagiográficos a un personaje (maravilloso e inolvidable Randy ‘The Ram’ Robinson) que se mueve entre el cliché y el patetismo, coronándose como absoluto triunfador en su propio fracaso y conformando el vértice de un triángulo de desencuentros y conflictos –magníficas también Marisa Tomei y Evan Rachel Wood- del que nadie, por supuesto, puede salir bien parado. El dolor (auto inflingido o no) acaba por resultar el recordatorio más auténtico de nuestra propia vida: sufrimos, luego existimos. Y ya sea en lo alto de un ring como en cualquier otro escenario, no debemos dejar de luchar hasta el final, hasta que la siguiente derrota nos sepa a victoria pírrica. Brutalmente conmovedora.
1 comentario:
Definitivamente la película del año.
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