miércoles, 22 de abril de 2009

JEFF SCOTT SOTO EUROPEAN TOUR 2.009





Permítanme un par (o quizás más) de reflexiones en relación al concierto que ofreció Jeff Scott Soto el domingo por la noche en l’Hospitalet. Que conste en acta que Soto es uno de mis artistas favoritos, alguien que a lo largo de los años me ha dado muchas alegrías, tanto a nivel discográfico, como por lo que se refiere a conciertos, ya sea en solitario, con Soul Sirkus, o especialmente, durante su corta estancia en Journey. Y es que, durante su tercera visita en solitario a Catalunya, si bien es cierto que gran parte de los 90 minutos que pasó sobre el escenario sirvieron para reivindicar su nuevo y recomendable L.P. Beautiful Mess, del cual desgranó si no me falla la memoria, hasta siete piezas, también lo es que el neoyorquino debería replantearse seriamente la dirección que quiere seguir de ahora en adelante si no quiere acabar aburriendo a su cada día más escaso público. Con la dirección menos hardrockera de su nuevo disco, el cantante retoma el camino iniciado con su primer trabajo en solitario, el olvidado por casi todo el mundo Love Parade.Seguramente este ligero cambio estilístico no le servirá para conseguir su ansiada salida de un circuito en el que está encasillado desde que grabó sus primeros discos junto a Yngwie Malmsteen hace ya casi un cuarto de siglo. Un set list poco afortunado, en el que tira demasiado de las versiones (es de juzgado de guardia que siga insistiendo con temas como Crazy de Seal, Purple Rain de Prince o Frozen de Madonna), cuando con el material de su propia cosecha podría confeccionar un repertorio mucho más atractivo. Lo mismo podemos decir del set acústico con el vocalista al piano, en el que vuelve a tirar de más que manidas versiones de Journey (Faithfully, Who’s Crying Now), aunque en esta ocasión, por motivos más que obvios, le cedió el micrófono al anónimo teclista que le acompaña durante este periplo europeo. Peor aún resultó ese supuestamente gran final de fiesta con las dos canciones más ¿populares? de la película Rock Star, en la que puso su voz al servicio del inexpresivo Mark Wahlberg. Alguien debería decirle a Soto que esa película prácticamente pasó desapercibida en este país, y que la mayoría de público presente no conocía el origen de la música que estaba sonando por los altavoces de la sala.
Otro punto que no le será favorable para salir del ghetto del circuito heavy, es el origen de la banda que lleva en la actualidad. Gente la mar de efectiva y eficaz (Jorge Salán a la guitarra demostró ser todo un portento, aunque su material en solitario nos pareció infumable, y Fernando Mainer es seguramente el mejor bajista hispano que hemos visto en muchos años, el equivalente patrio de Stuart Hamm), aunque todos ellos encasillados hasta la médula dentro de la escena metálica. Lo quiera Soto o no, su publico es el hardrockero, por mucho que él intente vendernos lo contrario. Salvando las distancias, le ocurre algo similar a lo que está viviendo su amigo Glenn Hughes, otro individuo que lleva años reivindicando su pasado funk, pero que noche tras noche nos cuela monumentos al Hard Rock como Burn, Mistreated, o Seventh Star, cuando podría reivindicar las canciones de Trapeze, de su excelente Play Me Out, o los temas más negroides de Stormbringer. Tan sólo necesitamos echar un vistazo al tipo de público que acude a todos y cada uno de los conciertos de ambos, perfiles rockeros al cien por cien. Un público que, en el caso de Jeff Scott Soto, de continuar ofreciendo shows tan previsibles y poco gratificantes como el del domingo, le va a abandonar de forma irremediable, muy a pesar del vigor y las ganas que le pone en todos y cada uno de los minutos que pasa sobre el escenario. Una pena.

1 comentario:

Xavi Martínez (aka Da Muzz) dijo...

Una pena lo de este buen vocalista, ya le pasó el tren de Queen, el de Journey...Tendría que centrarse en un proyecto sólido y no ir dando los palos de ciego que está dando. O lo que queda de su carrera se le escapará como arena entre los dedos.